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Sinópsis


El documental se centra en las comunidades indígenas guaranís del alto Izozo boliviano y en los quechuas del altiplano en la Cordillera de los Andes. Dos regiones olvidadas, pobres, mal comunicadas y con una extrema climatología, donde el acceso a los recursos naturales es muy difícil y las condiciones de vida muy adversas.


Con los guaranís del Izozo, etnia históricamente ganadera, CERAI ha desarrollado un programa de dotación de cabezas vacunas para las familias y ha creado en San Silvestre un centro veterinario y de mejoramiento genético del ganado autóctono. También se va a construir una escuela de capacitación profesional para los jóvenes. Es indudable que la cooperación española ha llevado prosperidad a la zona.


En Cochabamba con los campesinos quechuas de Rodeo Grande, los hijos de “La Pacha Mama” CERAI ha creado pequeños embalses y un sistema de riego por aspersión que les garantiza el suministro de agua potable todo el año y les permite mantener sus cultivos y alimentarse. La cooperación les ha dado esperanza. La convivencia con estas dos etnias del oriente y el occidente de Bolivia nos permitirá conocer la dimensión indígena del país y su nueva realidad social y política.

Guión


Cuentan las viejas leyendas precolombinas que Bolivia es el país de los orígenes y que en la intensidad blanca de sus cumbres sagradas nació el mundo. Esta nación que custodia el alma de América Latina es también el punto de partida de nuestro viaje hacia el corazón del planeta.  Aquí nacen RETRATOS EN LOS CONFINES DEL MUNDO, nuevos capítulos de la serie documental LOS LATIDOS DE LA TIERRA que retratan el proceso de cómo se llevan a cabo proyectos de cooperación y desarrollo en los territorios, como se insertan en la realidad de las comunidades y como mejoran su calidad de vida. Será también una crónica sentimental sobre el fin del mundo, lugares ignotos cubiertos por el polvo del olvido, comunidades condenadas al abandono durante generaciones despiertan de su ancestral miseria. Bolivia, Tierra Mártir, como titulo Nestor Taboada, el escritor boliviano, a uno de sus imprescindible libros, es por alguna extraña razón nuestro destino y el origen de esta larga travesía.


Visitamos en Santa Cruz la sede de La Cabi (Capitanía del Alto y Bajo Isoso) José Antonio  explica la importancia que adquiere la figura de la contraparte en los proyectos de cooperación. Del fortalecimiento, transparencia y compromiso de las organizaciones locales que gestionan los fondos de la ayuda española, depende el éxito de los proyectos.


Pusimos rumbo al Isoso, un territorio olvidado e ignoto donde las condiciones de vida son muy adversas a pesar de sus enormes riquezas naturales.

El Chaco boliviano es el oriente del país,  un paisaje de desoladora belleza, de enrevesado monte seco extendiéndose cientos de kilómetros a los pies de la cordillera, una inconmensurable llanura solitaria que penetra en Brasil, Argentina y Paraguay y un sentimiento poderoso de identidad entre sus pobladores, ser chaqueño es un modo de ser y de entender el mundo.


Al anochecer llegamos a  San Silvestre. El centro sirve de base de operaciones a los técnicos y cooperantes de Cabi y Cerai en el Izozo. San Silvestre es como el Hilton de La Brecha. El centro tiene servicios veterinarios, farmacia,  comunicación por radio, imprescindible en una zona donde la electricidad y la telefonía no han llegado, y en los próximos días se inaugurará un taller de costura para las mujeres guaranís que están ampliando sus rentas familiares con sus trabajos de artesanía textil.


De camino a Aguarati nos detenemos en una pequeña hacienda. Están vendiendo ganado a un comerciante de Charagua que marca sus reses en un desvencijado camión.


Antes de marcharnos del Oriente boliviano visitamos el Parque Nacional Kaa-Iya, del Gran Chaco.

Entramos en el bosque siguiendo la ruta que los guías han trazado para llegar a las lagunas, el mirador y otras zonas de especial belleza. Es un camino angosto de apenas un metro que serpentea en la espesura de una vegetación sinuosa. Las ramas descienden y se entretejen como serpientes amenazantes y tienes las impresión de que todo a tu alrededor está moviéndose muy despacio, observándote y alerta.


Nos despedimos del oriente desde el mirador que los guías han construido en la laguna desde donde se divisa la inmensidad del bosque. Nuestras últimas horas en el Chaco. Teníamos que emprender el vuelo hacia los territorios de occidente y su majestuosa cordillera. Realmente el oriente y el occidente son galaxias distintas en un mismo universo y deberán darse la mano para que Bolivia deje de ser una tierra mártir.



Viajamos hacia Rodeo Grande en la región de Cochabamba con los técnicos de CESAT, la contraparte con la que Cerai desarrolla los proyectos de cooperación en el altiplano boliviano.


Nos detenemos en Mendoza, es día de mercado y la feria es un hervidero de gente que compra y vende sus mercancías. Los mercados locales son la médula económica de las comunidades quechuas.

Es sorprendente la calidad de los productos que ofrecen los campesinos. Desde tiempos ancestrales aquí se ha practicado una agricultura ecológica y orgánica.  Son especialmente llamativas las papas andinas, las distintas variedades de este tubérculo son el eje central de la alimentación en el altiplano, todo un festival de biodiversidad que garantiza la soberanía alimentaria en la zona. Sin duda los campesinos quechuas mantienen y custodian ese tesoro de la biodiversidad.


Llegamos a Rodeo Grande donde las comunidades están diseminadas en pequeños poblados a los pies de la cordillera a 3.500 metros de altitud. El cielo tiene la intensidad del paraíso y el viento entona ritmos prehispánicos, melodías ancestrales de hace mil años. La vida aquí se ha detenido en ese agujero del tiempo.

Nos reciben todos los miembros de la comunidad, es un día muy especial, van a bendecir sus “atajados” con ofrendas a la Pacha Mama, la madre tierra.


Las mujeres están reunidas en las chozas de adobe donde se ubican los hornos de barro. Preparan enormes cantidades de comida para la fiesta. La estancia es muy oscura, el humo ha ennegrecido las paredes y asfixia el aire. Nuestra anfitriona es una mujer dicharacha y ágil, de imprevisible edad, podría tener cien años o quinientos. Esa mujer es etnología viva, un retrato neolítico que remonta al origen de nuestra civilización cuando las mujeres comenzaron a cultivar la tierra y a cocinar los alimentos. Viéndola vuelvo a viajar al tiempo remoto del dios inca Viracocha.


en la zona más alta del valle se encuentra el deposito de aguas, una pequeña piscina de cemento que canaliza el agua potable de la cordillera. Es la joya de la comunidad, su bien más preciado. 


Increíblemente, los campesinos quechuas han creado un sistema de riego por aspersión a 3.500 metros de altitud en las faldas de la cordillera. El sol comienza a declinar entre los picos cubriendo de luces doradas las lomas sembradas. La imagen es de una belleza inefable y conmovedora. Pienso que si este lugar es uno de los confines del mundo, el gran arquitecto, el hacedor de todas las cosas, proyectó en estas cumbres un pedacito de paraíso.


Nuestro último día en Cochabamba y en Bolivia coincidía con el cierre de campaña para la recogida de firmas apoyando la candidatura de Evo Morales como premio Nóbel de la paz.

Su triunfo sería también el triunfo de los campesinos pobres de la tierra. El Nóbel de la Paz para  Morales es un premio colectivo que las comunidades indígenas de Bolivia y del mundo consideran como propio.  Un reconocimiento justo a sus desvelos por custodiar los territorios y salvaguardar el planeta. Recordé a los quechuas del altiplano, sin agua corriente en sus chozas, sin electricidad, telefonía, televisión, carburantes o plásticos. Recordé sus vínculos sagrados con La Pacha Mama, La Madre Tierra. Ellos que contaminan cero y viven con especial dramatismo los caprichos del cambio climático han convertido el altiplano en un vergel. Sin su esfuerzo milenario la cordillera de Los Andes sería un pedregal, un desierto de roca y viento.


Al partir, de nuevo sobre las nubes, recordé que el Che Guevara había venido a morir a Bolivia, “el país de los orígenes” y sus palabras han adquirido un proverbial significado:

  “Porque esta gran humanidad ha dicho “Basta” y ha echado a andar. Y su marcha de gigantes, ya no se detendrá hasta conquistar la verdadera independencia, por la que ya han muerto mas de una vez inútilmente”. Sus palabras son el retrato de América Latina despertándose de su agonía de siglos.


DORCA SORIA:

Buenas tardes. Mi nombre es Dorca Soria, capitana de Aguaraigua. Las mujeres estamos organizadas y producimos distintos tipos de artesanía: bolsos, manteles, tapices, hamacas. Trabajamos en casa y gracias a la ayuda española estamos contentas porque estamos sacando nuestro trabajo adelante y percibimos precios justos por nuestros productos.


 

El País de los Orígenes